martes, 20 de agosto de 2013

Fracasado

Se levanta el telón. Sobre el escenario han montado una reproducción perfecta del salón de tu casa. Tú estás en el escenario. Si te movieras, comprobarías que el personaje también se mueve, pero no lo haces. Nunca lo haces. En su lugar, observas a tu otro yo con la mirada vacía, que te es devuelta con la misma desgana propia de los muertos en vida.

No eres nadie, y lo sabes, todo el mundo lo sabe.

El público mira al escenario y bosteza. Ya han visto a muchos como tú antes, no les aportas nada, pero no te importa. De un tiempo a esta parte te conformas con hacer lo justo para seguir respirando. Comes, cagas, ves la televisión y duermes. Un niño grande que ha aprendido a cambiarse los pañales.

El público comienza a marcharse. Son gente que conoces, pero a ti no te importa, sólo sigues con la mirada fija hacia delante. Tus amigos y tu familia abandonan uno tras otro el patio de butacas, dejándote sólo, contemplando tu propia desgracia.

Se cierra el telón, la obra ha sido un rotundo fracaso. El teatro cierra sus puertas al público, y escuchas como utilizan una cadena en la puerta para clausurarlo.

Se apagan las luces.

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