Hiroku se asomó a la ventana y sonrió mientras sentía los rayos de sol
acariciando su piel, un amante siempre cálido. ¿Quién iba a decir que la
mentira duraría tantos siglos? El ser humano siempre se había jactado
de la complejidad de su mente, pero al parecer era puro teatrillo, y
todo tenía unas bases bastante simples. Hazle a un hombre creer una
mentira y le estarás engañando. Hazle creer esa mentira a todo el mundo y
la convertirás en verdad. Las mismas pautas a seguir de cualquier
religión pueden ser utilizadas con tras finalidades. Ilusos.
Caminó
desnudo hacia la cama, donde reposaba su amante, su compañera. Él
estaba hambriento y preparado para la acción, imaginando las virguerías
que le haría a la joven en cuanto el show comenzara. Con cuidado, se
tumbó al lado de ella y comenzó a acariciar cada curva de su cuerpo
suavemente, con las yemas de los dedos. Posó los labios con suavidad
sobre su cuello, y acercó lentamente la mano con la que acariciaba a la
zona que tantas veces le había hecho enloquecer. Un beso. Otro beso. Un
gruñido y un "déjame dormir" somnoliento.Tocaba cancelar la función.
Aún
sonriendo, acarició el cuello de su compañera nocturna y se marchó al
lavabo a vaciar la vejiga, que de repente clamaba su atención, y a darse
un afeitado rápido. Paró unos instantes frente al espejo de su armario y
mostró sus afilados colmillos.
"Jé. Humanos..."
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