martes, 16 de julio de 2013

Etiquetas

Bravo. De verdad, bravo. Un aplauso para el caballero de la primera fila. Sí, usted, el homosexual que reniega de las etiquetas por si en algún momento de su vida se siente atraído milagrosamente por una fémina, y consigue sacarse las formas fálicas de la cabeza.

No, por favor, no dejen de aplaudir, aún nos queda la señorita sentada al lado del pasillo central, la que lleva seis meses quedando a diario con un chico, conoce a sus padres, se ha ido de vacaciones con su familia, mantiene relaciones sexuales con él, e incluso hace planes de futuro para los dos, pero no quiere admitir que son pareja por miedo a que algo salga mal.

También tenemos al buen hombre que ahora mismo está siendo iluminado por el foco, que se ha pasado los últimos minutos viendo fotos de menores desnudas en su móvil de última generación, aunque nunca lo admitirá, por supuesto. Jovencitas que necesitaban subir la nota de Sociales de un modo u otro si querían ir a la playa en verano encontraron el camino a la salvación en su despacho.

Justo a su diestra se sienta su señora esposa, una mujer que también rechaza las etiquetas. Teme encontrarse la palabra "Monstruo" escrita en la frente de su marido si las acepta, y que todo el mundo la vea. Recordemos que ante todo, lo que importa son las apariencias. El aplauso también va para ellos dos.

Usted, señorita, que decía que no le importa la sexualidad de cada uno, que todos somos simplemente personas, ¿por qué ha dejado de hablar con su amiga porque la besó? Sólo era una persona siguiendo sus impulsos.

O usted, por ejemplo, que también está en contra de las etiquetas, pero en seguida se dedica a colgar adjetivos como "Guapo", "Simpático" o "Borde" a los demás. ¿Por qué pone etiquetas a otras personas si usted las odia?

La respuesta es sencilla: rechazan las etiquetas cuando les interesa. Llámenme lo que quieran, ya me estarán colgando una etiqueta que sólo ustedes son capaces de ver. Por mucho que digan, no les veo quejarse de estar clasificados en "Hombre o mujer", ni cortarse a la hora de decir que alguien es "Alto o bajo", "Gordo o delgado". Si de verdad están en contra de las etiquetas, olvídense de su nombre y apellidos, de su horóscopo, de su fecha de nacimiento, de su árbol genealógico, de su lugar de residencia, del de procedencia. No trabajen, no estudien, no quieran convertirse en abogados o profesores, no quieran ser millonarios, eso sería colgarse una etiqueta, y está claro que las odian. Olvídense de que son padres, hijos, hermanos. Borren de su mente los recuerdos de que son seres vivos, humanos. No existan.

Afróntenlo, las etiquetas están ahí desde antes de que nazcamos. "Espermatozoide", "Óvulo", "Felicidades, van a ser padres de una preciosa niña". Y siguen ahí en todo momento mientras crecemos, de forma visible o invisible. "Cáncer", "Sida", "Minusvalía". Incluso la etiqueta que nos ponen en el depósito de cadáveres, o el nombre en nuestra lápida.

Ahora, levántense todos de sus asientos y aplaudan con todas sus fuerzas. Aplaudan hasta que les sangren las manos, hasta que la carne salga despedida en todas direcciones y acaben chocando hueso contra hueso. Aplaudan y sepan que, cada vez que lo hacen, están catalogando algo de "Aceptable" o incluso "Bueno". Aplaudan a este adicto a las etiquetas.

3 comentarios:

  1. He de reconocer que no me ha acabado de encajar, no por la manera de narrar sino porque no estoy de acuerdo con lo que quiere exponer. La primera parte bien. Introduces unos personajes, unos seres cualquiera que resultan hipócritas ante la idea expuesta (aunque creo que deberían de haber sido expuestos de una manera más directa y concisa, con un enfoque totalmente objetivo, sin tono de burla. Una buena redacción ya creará ese tono por si sola).
    En cuanto a la parte que me ha fallado, creo que todo se reduce a que no estoy de acuerdo. Ser delgado, guapo o borde no es una etiqueta, es lo qué eres. No eres tu nombre, no eres tu apellido, no eres tu cuerpo, no eres tu condición y tu carácter, eres lo que haces con ello. No son etiquetas porque no son más que meros adjetivos que te definen superficial y subjetivamente. Para mí no lo son.

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    1. Lamento estar en desacuerdo contigo. Cada palabra es una catalogación hoy en día, y muchas de ellas son totalmente subjetivas. Las anoréxicas se ven gordas, ¿lo están? La mayoría pesan menos que un niño de 14 años. Tú puedes verte guapo, y que otra persona te vea feo. Y aunque tuvieras razón, no deja de ser un modo de clasificar a la gente, y las etiquetas están para clasificar.
      Incluso tu apellido, ya que habla de tus raíces, de quien eres, de donde vienes. El nombre y los apellidos te clasifican, ahí está el DNI para demostrarlo. Todo, y digo todo, son etiquetas, incluso los colorores. Por ello se pueden utilizar como adjetivos calificativos.

      La redacción está escrita así porque en ningún momento he pretendido crear un ambiente objetivo, en todo momento doy mi opinión, y me gusta que se note. Lo siento si no te ha gustado, pero agradezco que lo hayas leído.

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  2. Voy a permitirme la licencia de parafrasearte para decir: ¡Bravo. De verdad, bravo!

    Un relato de cómo es la gente hoy en día. Quiero decir, la gente que en aún no tiene la cabeza en su sitio, como puedo ser yo, pero que nunca me guío, por ejemplo, por el físico.

    Cierto es que, es lo primero que se ve, y que incluso -y da igual la condición sexual de cada uno-, hace que una determinada persona se acerque a otra, en mi caso, si veo que es borde sin motivo, -para usar otra etiqueta-, pues directamente ahí se queda.

    He utilizado este pequeño ejemplo, para dar a entender, más o menos, lo que vienes a expresar tú, pero con un contexto que perfectamente, puede ser real.

    No puedo criticar la redacción, por el simple hecho de que me parece excelente, -yo sería incapaz de hacerla, aunque me encante leer- y porque, como bien aclaras, y conste que estoy de acuerdo con todo, no es una redacción objetiva.

    Una vez más, ¡Bravo, Ángel, bravo!

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