miércoles, 12 de junio de 2013

SIN TÍTULO (por el momento)

Hace poco he comenzado a escribir otra de mis barrabasadas y, aunque no tengo intención de hacerlo público (hay cosas que no quiero que me plagien), sí voy a subir este fragmento, para que la señorita LittleTallulah, o Selkaria, dependiendo de la red social, pueda "presumir" de aparecer mencionada en alguno de mis textos. Disfrutadlo, que la mayoría de vosotros poco más vais a ver hasta que esté acabado.


ELLA


Una llamada más. Otra pincelada al inmenso cuadro que es el patetismo humano.
          La mujer que llama ha pillado a su marido con una muchacha veinte años más joven que ella. Tras veinticinco años casados y dos hijos, ha descubierto que a su marido le encanta que le follen por el culo con un strap-on mientras le fustigan el costado.
          La mujer llora desconsolada. No llora por la infidelidad, llora por miedo a ser la última en haberse enterado. Teme que las miradas de sus vecinos vayan cargadas de significado, que cada "buenos días" signifique "tu marido te la está pegando".
          Le digo que se calme, que la menor de sus preocupaciones debería ser lo que piensen los demás, que su verdadero problema es un matrimonio fallido, seguramente por problemas comunicativos. Le digo que si su marido busca en otras personas lo que su mujer no sabe darle, debería preocuparle. Me ofrezco a darle consejos sobre como tocarle, incluso le facilito un par de direcciones donde conseguir juguetes sexuales. Me manda a la mierda y me cuelga.
          Es la tercera vez que me cuelgan en lo que va de mañana. Cuarta, si cuento la llamada que le hice a Claire. Su sentido del humor y el mío tienden a ser incompatibles. Al parecer, que tu pareja te encuentre tirada en el suelo con el cuerpo cubierto de vómito a causa de tu último intento de suicidio, mientras sujetas un cartel enorme que reza "¡Esta vez sí!" y tiene dibujada una carita sonriente, no es nada gracioso. A mí me pareció tronchante.
          Iris, una compañera de trabajo, me hace gestos desde lejos. Coloca la mano a la altura de la sien como si estuviera sujetando una pistola, y aprieta el gatillo invisible del arma con el índice. Eso significa suicida al teléfono. Le digo que me pase la llamada. A ella le agobia hablar con personas así, y le debo muchos favores.
          El suicida me cuenta su caso. Si sabes interpretar sus silencios y los cambios en su tono de voz, ni siquiera tienes que escuchar la historia. Aderezas alguna pausa corta con un "ahá". Si solloza, un "tienes que ser fuerte" alimenta cinco minutos más de monólogo. Cuando titubea, la palabra mágica es "ánimo". Al menos, estas son las cosas que debes decir si pretendes ayudarles. En su lugar, le digo que imagine un mundo al revés. Un humano cagando en la calle, y un perro recogiendo el regalo mientras su molesta mascota intenta montar a una rubia con las tetas enormes. Humanos corriendo en el interior de una rueda buscando un final que jamás llegará, siendo observados por ratones, que señalan y ríen desde fuera de la jaula.
          A cambio obtengo una pausa larga. Normalmente eso es peligroso, puede significar que el suicidio es inminente. Esta vez la frase correcta sería “¿Sigue ahí? Por favor, no me deje”. Yo no digo eso, yo le digo que ese mundo al revés es más realista de lo que parece. Somos los perros y ratones de los de arriba. Vayamos donde vayamos, estamos enjaulados y con una correa al cuello. No hacemos más que dar vueltas en círculo, buscando una salida.
          El suicida da señales de vida, solamente para decir que no lo entiende. Le contesto que no importa y le ofrezco opciones para su situación. Una burbuja de aire en sus venas o gasearse dentro de un coche pueden ser buenos métodos. Las pastillas nunca suelen ser efectivas si no sabes elegir. Nadie es tan valiente como para meter la cabeza bajo el agua hasta ahogarse, sin embargo, el clásico ahorcamiento funciona a la perfección.
          El suicida dice que soy un monstruo, yo le respondo que si se corta las venas, lo haga en vertical, no en horizontal. Que si tiene un arma de fuego, todo es mucho más sencillo. El clásico “bip” me indica que ha colgado.
          Coloco el auricular en su lugar, satisfecha. La gente llama a nuestra línea buscando una solución a sus problemas, y yo les ayudo como puedo. No puedo arreglar un matrimonio fracasado. No puedo devolver un empleo perdido. Tampoco tengo el poder de curar una enfermedad terminal. Si buscan piedad, han llamado al sitio equivocado.

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