martes, 20 de agosto de 2013

Fracasado

Se levanta el telón. Sobre el escenario han montado una reproducción perfecta del salón de tu casa. Tú estás en el escenario. Si te movieras, comprobarías que el personaje también se mueve, pero no lo haces. Nunca lo haces. En su lugar, observas a tu otro yo con la mirada vacía, que te es devuelta con la misma desgana propia de los muertos en vida.

No eres nadie, y lo sabes, todo el mundo lo sabe.

El público mira al escenario y bosteza. Ya han visto a muchos como tú antes, no les aportas nada, pero no te importa. De un tiempo a esta parte te conformas con hacer lo justo para seguir respirando. Comes, cagas, ves la televisión y duermes. Un niño grande que ha aprendido a cambiarse los pañales.

El público comienza a marcharse. Son gente que conoces, pero a ti no te importa, sólo sigues con la mirada fija hacia delante. Tus amigos y tu familia abandonan uno tras otro el patio de butacas, dejándote sólo, contemplando tu propia desgracia.

Se cierra el telón, la obra ha sido un rotundo fracaso. El teatro cierra sus puertas al público, y escuchas como utilizan una cadena en la puerta para clausurarlo.

Se apagan las luces.

viernes, 2 de agosto de 2013

Un pequeño texto improvisado

Hiroku se asomó a la ventana y sonrió mientras sentía los rayos de sol acariciando su piel, un amante siempre cálido. ¿Quién iba a decir que la mentira duraría tantos siglos? El ser humano siempre se había jactado de la complejidad de su mente, pero al parecer era puro teatrillo, y todo tenía unas bases bastante simples. Hazle a un hombre creer una mentira y le estarás engañando. Hazle creer esa mentira a todo el mundo y la convertirás en verdad. Las mismas pautas a seguir de cualquier religión pueden ser utilizadas con tras finalidades. Ilusos.

Caminó desnudo hacia la cama, donde reposaba su amante, su compañera. Él estaba hambriento y preparado para la acción, imaginando las virguerías que le haría a la joven en cuanto el show comenzara. Con cuidado, se tumbó al lado de ella y comenzó a acariciar cada curva de su cuerpo suavemente, con las yemas de los dedos. Posó los labios con suavidad sobre su cuello, y acercó lentamente la mano con la que acariciaba a la zona que tantas veces le había hecho enloquecer. Un beso. Otro beso. Un gruñido y un "déjame dormir" somnoliento.Tocaba cancelar la función.

Aún sonriendo, acarició el cuello de su compañera nocturna y se marchó al lavabo a vaciar la vejiga, que de repente clamaba su atención, y a darse un afeitado rápido. Paró unos instantes frente al espejo de su armario y mostró sus afilados colmillos.

"Jé. Humanos..."