miércoles, 5 de septiembre de 2012

Semilla podrida

Palabras marchitas siembran
podredumbre y discordia en lo
más profundo de mi ser.
Todo se tiñe de color negro,
se rompe mi mecanismo de autocontrol.
La ira se une al caos
y riega la semilla podrida,
haciendo brotar el odio;
la necesidad de hacer daño.
Escupo la oscuridad de mi interior
en látigazos de realidad.
Flagelo tu piel una y otra vez
con premeditación y regocijo.
Te devuelvo lo que ayudaste a nacer.
Tras estallar me siento bien,
habiendo soltado todo el lastre.
Pero pronto el éxtasis inicial
da paso al desasosiego,
y me doy cuenta de lo que he hecho.
¿Debo arrepentirme de mis palabras?
La enredadera se tornó zarza
por las espinas que habitaban en mí.
El veneno lo añadió la intención.
Me repugno a mí mismo pero...
¿Por qué habría de pedir perdón?

Escrito en este mismo momento para mi musa, a la que contemplo cada vez desde más lejos...

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